viernes, 9 de mayo de 2014
continuación II: Aspectos psicológicos de la ceguera
Sistema olfativo y gustativo:
Los datos del olfato y el gusto son transmitidos por sustancias químicas que forman parte de la materia. Los mismos se mezclan en el cerebro para una mejor interpretación sensorial.
Ambos sentidos están íntimamente relacionados en el desarrollo del reconocimiento y discriminación de olores y sabores.
El sentido del gusto puede percibir sólo cuatro cualidades: dulce, salado, ácido y amargo.
Este proceso de discriminación se complementa con los olores que llegan desde la cavidad bucal a la nariz.
La boca proporciona también información de la forma, textura y tamaño del objeto.
En los niños ciegos la función olfativa desempeña una función muy importante ya que utiliza este sentido como fuente primaria y complementaria de información del entorno. Los olores despiertan curiosidad, son un estímulo motivador para iniciar la exploración y clave para la orientación.
El sentido del olfato es muy importante para los disminuidos visuales.
Respecto a la identificación de olores, se ha observado que los videntes tienen una sensibilidad absoluta más desarrollada que los ciegos, mientras que estos son mejores en la tarea de identificación de olores.
Parece que el olfato sigue el mismo curso de adaptación funcional que el tacto o la audición en los disminuidos visuales, esto es, los ciegos no son mejores que los videntes para detectar la presencia de un olor, pero una vez detectado los ciegos son más capaces de categorizarlo.
Sistema táctil – kinestésico :
Barragá denomina así a los sentidos que tienen sus receptores en la piel (exteroceptores) y las articulaciones y los músculos (propioceptores) que comprenden el tacto, el movimiento, la posición, el equilibrio y las sensaciones de temperatura.
La percepción kinestésica es la capacidad de saber donde está ubicada cada parte del cuerpo en relación a su propio eje y al espacio inmediato vinculado con los objetos que lo rodean, permitiendo realizar los movimientos necesarios para una actividad. Las posiciones de los huesos, tendones y articulaciones informan al cerebro y éste orienta al cuerpo en el espacio. En ausencia de la visión la referencia que regula el equilibrio y los movimientos proviene del oído.
El sistema vestibular detecta la posición y el movimiento del cuerpo en el espacio a partir de la información suministrada por estructuras especiales ubicadas en el oído interno. Esta información pasa por lo general, desapercibida, pero resulta básica para los mecanismos que mantienen la postura y la coordinación de los movimientos.
En las personas con visión normal se produce una convergencia entre la información vestibular, la cinestésica y la visual. En las personas ciegas los receptores vestibulares tienen una importancia crucial.
Las sensaciones cutáneas se producen por la acción mecánica del objeto sobre la piel y pueden ser: de presión, de vibración, de temperatura, de dolor, de escozor y de contacto. Los órganos receptores de estas sensaciones son los corpúsculos de MEISNER y los de PACCINI que se encuentran en determinados puntos de la piel llamados puntos de contacto.
Su distribución varía según la zona del cuerpo siendo más numerosos en la yema de los dedos.
Las sensaciones cutáneas de contacto están estrechamente ligadas a las kinestésicas y funcionan unidas a ellas en las manos, combinación denominada tacto.
La particularidad del tacto determina que las sensaciones propioceptivas causadas por el movimiento de las manos y su contacto con el objeto nos informa de las cualidades de éste.
Los cambios en la tensión muscular, junto con las sensaciones cutáneas nos informan sobre la temperatura, la tensión, la dureza, la rugosidad, etc.
Desarrollo de la sensibilidad cutánea.
De acuerdo a los datos disponibles se ha podido pensar que en las tareas relacionadas con la sensibilidad cutánea los niños ciegos suelen ser mejores que los videntes; pero por otro lado se observó que el umbral inferior de discriminación táctil en la yema del dedo índice derecho es más bajo en los niños ciegos ( lectores de braille ), que en videntes.
En la mayoría de los estudios realizados no se ha analizado la sensibilidad táctil evolutivamente, pero algunos parecen indicar que en los niños ciegos mejora con la edad y las diferencias con los videntes se hace más notable en la adolescencia.
Las tareas de discriminación de texturas, generalmente son realizadas con la misma habilidad por niños videntes y ciegos y parece mejorar con la edad especialmente a partir de los 7 años.
La discriminación táctil de la forma, especialmente cuando se trata de objetos desconocidos para los niños, está muy relacionada con el dominio de estrategias de exploración y por lo tanto con aspectos más generales del desarrollo cognitivo.
Contrariamente el desarrollo de la capacidad de discriminación entre distintas longitudes no parece estar ligado al desarrollo cognitivo general. Algunos autores señalan que los niños ciegos discriminan tamaños y longitudes con mayor precisión que los videntes.
Los datos respecto a la discriminación de pesos son muy escasos y, en términos generales, no se produce ninguna mejora entre 8 y 14 años, pero los niños ciegos se destacan más que los videntes en estas tareas.
Según Leonhardt a partir de los primeros días de vida el bebé ciego comienza a dar respuesta a las sensaciones que recibe del medio, mostrando actitudes de alerta y de placer cuando se acarician sus manos.
Al mes y medio ya puede discriminar las manos de su madre, manifestando aceptación de éstas y rechazo por las personas extrañas.
Estas conductas primarias de acercamiento táctil se ven afectadas cuando el bebé se siente rechazado.
Las primeras interacciones con el medio son de carácter global y lo realiza con todo el cuerpo, pero la boca y las manos son los principales órganos de conocimiento para la exploración de las cualidades de los objetos.
En el niño ciego el reconocimiento por la boca se mantiene durante más tiempo valiéndose de ella para una primera apreciación del objeto que complementará con las manos y otros sentidos.
A partir del año de vida el niño puede anticipar la forma del objeto conocido, porque sus manos adoptan la postura adecuada para sostenerlo. También puede buscar objetos que se han caído, rastreándolo con la yema de los dedos.
En los primeros meses de vida el niño no puede anticipar la fuerza que necesita para sostener un objeto. Alrededor de los 9 meses, al acomodarse los receptores musculares del hombro y del brazo, al peso variable, el niño comienza a anticipar correctamente el peso del objeto conocido. Al experimentar con objetos desconocidos el cálculo comienza a fallar porque aún no ha alcanzado la capacidad para generalizar las relaciones forma – tamaño – peso.
A partir de los 2 años aparece la respuesta anticipatoria que determina una conducta kinestésica más apropiada.
La percepción táctil provee información acerca de la rigidez del objeto, la unidad del objeto, la estabilidad del objeto y finalmente el peso, la textura, la forma y el espesor del objeto.
Las impresiones que se reciben por esos canales sensitivos brindan una información realista que debidamente procesada y analizada, permiten formar una idea de la situación que se debe enfrentar.
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